domingo, 18 de julio de 2010

Los hombres y las ladronas (Abril-2010)


Ya habíamos hablado antes de los sobrenombres, adjetivos o superlativos que a veces son ricos y hasta necesarios durante el sexo. Para mí, en esas circunstancias de goce, todos tienen connotación positiva porque se dicen con pasión y vienen desde adentro; pero no se puede negar que hay algunos que gustarán (o escandalizarán) más que otros.
De todos los que se puedan usar, uno de mis favoritos es “perra” y les voy a contar porqué.
Puede que nadie se haya dado a la tarea de analizar la estrecha relación que tienen, en especial, los varones con la raza canina. Alguien dirá que es por empatía, que entre perros se entienden. También saldrá el cuentico de que “el mejor amigo del hombre es el perro” pero ¿saben qué?, no es cierto: es la perra.
Me puse a buscar alrededor y resultó que estoy rodeada de historias en las que un hombre mantiene un verdadero “affair” de largos años con una perra. No voy a quemar a los maes, pero puedo mencionar a las perras porque no creo que me demanden; y entre ellas están, a manera de muestra, Princesa, Pantufla, Kazumi y Bella.
Todas ellas, idealmente, iniciaron su relación con sus amos cuando estos eran solteros y sin compromiso. La vida era un amor. Los ojos, las caricias y los juegos del amo sólo eran para ellas. Pero, de repente y en cualquier momento, aparece en escena otra hembra con quien el amo, como es obvio, también quiere pasar un rato retozando y es entonces cuando empiezan los problemas.
Sin embargo, por lo general el conflicto es para una sola de las partes: la recién llegada. ¿Porqué? Porque a veces a las mujeres no nos da el coco como para no ponernos a pelear con un animal que, encima de todo, tiene garantizado el cariño del susodicho que tenemos en la mira. La perra va a pelear contra cualquier otra perra que se le atraviese en el camino, pero la que lleva las de ganar es siempre la cuadrúpeda, porque estaba primero.
Entonces, he oído cuentos de cuentos. A una amiga le pasó que el novio no sacaba a la perra del cuarto cuando iban a coger y en una de tantas la perra seguro creyó que los gritos de su amo eran porque estaba en peligro y se armó la de San Quintín en esa cama. Siguieron dejando a la perra afuera pero una vez que terminaban, va la perra para adentro del cuarto otra vez y ni quién reclame nada.
Otra amiga dice que, después de un round de sexo apasionado con su novio, a Princesa se le antoja acostarse en medio de los dos y que a ella no se le ocurra moverla siquiera porque el mae brinca y le dice: ¿pero por qué la descobija? ¡déjela dormir, pobrecita! Sí, la perra sabe cómo cobijarse y de todo.
A otra chica le pasó que un día amaneció enferma, sintiéndose muy mal, y su novio le dio un beso e igual se fue para el trabajo. Otro día amaneció enferma la perra y el tipo sacó el día de vacaciones para quedarse cuidándola.
Un amigo, que antes vivía solo con su perra, cuando decidió juntarse le pregunté que cómo le estaba yendo. “Bien, resultó ser mejor compañía que Pantufla”, fue lo que me contestó.
En otras situaciones menos afortunadas ha sucedido que la innata capacidad de manipulación que tienen algunas hembras supera los niveles de lo correcto y de alguna u otra manera han logrado separar al hombre de su perra; con el subsecuente sufrimiento del primero y la ingenua tristeza de la segunda.
Así las cosas, siendo ese vínculo hombre-perra tan fuerte (al menos en los casos que he conocido), no es de extrañarse que en el imaginario masculino exista una relación bastante estrecha entre perra y mujer cuando alguna realmente atrapa su atención.
A los hombres, dentro y fuera de la cama, les encanta la palabra “perra” y creo que la usarían con más frecuencia si la mayoría de mujeres no les quisieran sacar los ojos cuando se la ofrecen como el piropo tan sui generis que es.
Cierro divulgando el consejo que me dio un amigo, que ama a las perras tanto como a las mujeres “ladronas”: cuando le digan perra, ladre. Podría ser divertido.

sábado, 10 de abril de 2010

¡Fuera relojes! (Feb-2010)


¿Cuánto tiempo es mucho y cuanto tiempo es poco? Es una pregunta difícil de responder cuando se trata del juego previo. Para algunos, esa antesala al revolconcito es una de las partes más importantes del acto sexual. Yo digo que para todos debería ser de suma importancia. En ese momento las caricias, los lengüetazos, los mordiscos, la fricción de los cuerpos y los besos se convierten en los protagonistas, y cualquier movimiento se vuelve una pequeña representación de lo que está por venir. Un beso con buena lengua, por ejemplo, imita la penetración antes de que ésta ocurra y sin necesidad de mucha imaginación, ese beso invasor puede lograr que la adrenalina y la excitación suban y, por consiguiente, algunas cosas se humedezcan. Las manos también son herramientas de primera. Esos veinte dispositivos de exploración muchas veces hacen todo el trabajo cuando se trata de preparar y dejar listo el terreno para finales felices. Cuando las manos toman el control de la situación, cerrar los ojos y dejarse llevar por las sensaciones que se perciben (temperatura, humedad, textura) es otra manera segura de aumentar los picos de emoción antes de llegar al orgasmo. Cuando se aprende a disfrutar del prólogo sexual, este llega a ser tan entretenido y divertido que se vuelve casi indispensable (habrá ocasiones en que las ganas obliguen a entrar directo a lo que vinimos). Es como cuando vamos al cine y presentan los cortos que nos dan una probadita de lo que nos espera después (siempre y cuando no sea una peli de Freddy Krueger o Chucky, claro está). Lo cierto es que si el tiempo no es una limitante, además de necesario, el juego previo debería ser obligatorio. En el caso de las mujeres, es la única manera de lograr la lubricación natural y necesaria para que todo vaya resbalado y la relación sea placentera. No sólo para nosotras, ojo, para ellos también pues cuando logran provocar cierto grado de humedad en su pareja se les nota la carita de felicidad y evitan además fricciones que puedan resultar dolorosas. Durante el preludio o juego previo, se recomienda practicar una excesiva filantropía, es decir mucha generosidad entre las partes para demostrar nuestro amor al género humano, aunque sea representado en la persona que tenemos al frente o encima o debajo. No hay que guardarse nada de cariño, que no se va a acabar. A mi parecer no importa en realidad cuánto tiempo se extienda el “foreplay” en tanto se acabe cuando ambas partes estén listas para pasar a la siguiente fase del plan, o bien cuando los dos estén ya satisfechos. Porque suele suceder que el preludio se disfruta y prolonga tanto que dura hasta que ya no es necesario pasar al segundo acto y final, por lo menos por el momento. ¿A quién no le ha pasado que, literalmente, se le va la mano y “colorín-colorado-muchas-gracias”? Igual, en ese caso, si ambos lo disfrutaron ¿qué importa? Siempre se puede descansar un rato y empezar el segundo tiempo de un juego en el que no sólo todo se vale, sino que meter mano es requisito fundamental.

Pequeños o enanos placeres (Dic-2009)

Confieso que este mes iba a tratar otro tema, pero recibí un correo de una lectora con sus comentarios y vivencias respecto a la última columna y creo que mucho merecen ser reproducidos. Entonces, ahí les va la Bisagra de noviembre recargada. Por razones obvias se omite la identidad de la autora del correo.
“Querida doña Bisagra:
Me decidí a escribirle este correo porque realmente me siento agradecida con su último artículo acerca de los consoladores femeninos. Verá, yo siempre había tenido curiosidad por usar uno pero no me había animado a comprarlo pues vivo con mi novio y no creí que a él le fuera a hacer mucha gracia. Sin embargo, cuando leí su columna le vi otra posibilidad al asunto, entonces puse a mi novio a leerla, sólo para observar su reacción.
Al principio se quedó callado. Luego me preguntó que si yo alguna vez había usado uno. Cuando le dije que no, no me dijo nada más. A la semana siguiente, fuimos a almorzar al Mall porque en la tarde él salía de viaje, y después de comer me dijo que lo acompañara a comprar algo. Me llevó a Erótica, directo a la sección de consoladores y me dijo que escogiera el que más me gustara. Yo no salía de mi asombro, pero menos de la contentera, entonces me puse a verlos todos y escogí uno, de dos que me llamaron la atención. Mientras mi novio fue a pagarlo, (junto con un par de baterías triple A pues dice que un regalo se da completo o mejor no se da) el tipo que nos atendió me recomendó comprar algún lubricante, que porque era lo recomendado, además de lavar el aparato con jabón antibacterial antes de usarlo por primera vez. Yo le dije “no gracias” a lo del lubricante pues nunca lo he necesitado, acepté el consejo del jabón y salí a buscar a mi amor. Cuando íbamos saliendo de la tienda me dijo que ese regalito era para que no lo extrañara tanto los días que iba a estar fuera.
Esa misma noche lo estrené. El pequeño tiene 3 velocidades de vibración; la primera y la segunda son muy placenteras, pero la tercera (la más veloz) es de manejarse con cuidado pues se siente como un pequeño shock eléctrico y puede dejar la zonas sensibles “atontadas” por unos minutos. El caso es que mi primera experiencia fue todo un éxito y así se lo hice saber a mi novio por teléfono cuando me llamó. Me dijo, con un tono que no supe si era preocupación o celos, que ojalá que no hubiera sido él mismo quien me hubiera conseguido su reemplazo. Yo le dije que no fuera tonto, que el enano trabajaba bien pero que su peso sobre mí me hacía mucha falta, a lo que me respondió que entonces, si me conseguía un saco de harina, resolvía el problema. Chistes malos que se le ocurren para que yo le repita qué tan importante es para mí, pero bueno.
Lo que yo no sabía era que lo mejor estaba por venir. Cuando volvió al país, por supuesto quería estrenar al aparato conmigo, pero principalmente observar la acción, creo yo. ¡Qué cierto es eso de que les encanta ver! La cara que tenía era la misma de un chiquito que lleva meses esperando un juguete y por fin lo tiene entre sus manos o, en este caso, las de su novia. Pero más allá de eso, a partir del momento en que él dejó de ser simple espectador y se volvió partícipe de la acción, lo único que puedo decir es que las cosas se pusieron tan intensas que la experiencia en solitario, que ya de por sí había sido excelente, se quedó unos diez niveles de calidad por debajo de lo que fue utilizar el consolador en pareja. ¡Con decirle que por primera vez en la vida me dormí yo primero que él!
Entonces, de nuevo tengo que decirle gracias por el consejo y las ideas, han sido de muchísimo provecho para mi vida sexual, o la nuestra, en realidad. Ahora solo me falta ponerle nombre a nuestro nuevo amigo; ¿alguna sugerencia?”
No querida, mis agradecimientos son para vos por compartir, aunque me da un poco de pena reconocer que siento que mi columna fue la que se quedó un poco corta para lo maravillosa que parece haber sido tu experiencia. Ojalá que, como vos y tu novio, otras parejas se animen a experimentar y a descubrir esos “pequeños o enanos” placeres que pueden estar a la mano de todos, pero que muchas veces no nos atrevemos a explorar.
Me despido con los mejores deseos de felicidad, amor y buen sexo para ustedes este fin de año que se aproxima. Nos vemos en enero.