viernes, 26 de agosto de 2011

Para hablar y comer pescado


El lunes 22 de agosto, La Nación publicó una entrevista que se le realizó al director del HNN, Dr. Rodolfo Hernández. Don Rodolfo, por lo que pude captar a lo largo de la lectura, parecía no tener muchas ganas de responder las preguntas que los periodistas le planteaban; sin embargo, lo hizo.
Si me preguntan a mí, desde el punto de vista de periodista que soy, ese fue el primer error que cometió el médico. Si él no se encontraba en la disposición de ser entrevistado, porque está molesto con la prensa, porque siente que las denuncias recientes acerca de la unidad de cirugías cardíacas del centro que dirige lo afectan de manera personal o porque ese día simplemente no tenía ganas de atender a nadie, debió haber puesto a alguien más a que asistiera a la entrevista.
Su desgano se vio reflejado en las irónicas (e insensibles) respuestas que proporcionó al medio, cuando dijo que "eventualmente todos nos morimos" para justificar la tasa de mortalidad en la unidad citada o cuando afirmó que “podría llamar a Cristóbal Colón para ver cómo encuentra la mortalidad aquí”. Parecía comedia de humor negro, pero don Rodolfo hablaba en serio.
Yo puedo entender que el señor esté molesto con la prensa y podría tratar de analizar sus respuestas desde una perspectiva teórica de la comunicación, en la que el emisor modifica la forma de presentar el mensaje (en este caso aplicando sarcasmo o ironía) para que el receptor se dé por aludido. Pero una cosa es forma y otra cosa es fondo.
La interpretación que la mayoría de los lectores (me incluyo) le dieron a las palabras de don Rodolfo fue de una total falta de sensibilidad y un profundo desdén por las muertes de muchos niños y niñas que requirieron de una intervención cardiaca. Yo podría pensar que tal vez sea que este médico lleve tantos años en su cargo, que ya se le haya hecho una rutina el trabajo y se le haya convertido la muerte en una simple estadística, digna de tratarse como tal o, peor, como si fuera un mal chiste.
Para hablar y comer pescado hay que tener mucho cuidado, dice un refrán popular. No estoy segura de si con una retractación el doctor Hernández pueda librarse del karma que sus palabras le pueden colgar a las espaldas. Ni siquiera me atrevería a contar con la esperanza de que quiera retractarse o, al menos, pedir disculpas a las familias de los niños y niñas fallecidos debido a las supuestas fallas en procedimientos de las cirugías en cuestión.
Tengo el mejor concepto del HNN y lo defiendo a capa y espada desde que nació mi hija pues por experiencia propia sé lo que valen no sólo sus servicios sino el personal de alta calidad humana que puebla sus salones y pasillos. Pero si las palabras de su director me afectaron a mí, que le guardo un profundo agradecimiento por ayudar a que Verónica haya recuperado su salud cuando lo necesitó, no quiero imaginarme lo que sintieron los papás y mamás que, afectados por las denuncias que están en estudio, perdieron un pedacito de sus vidas en estos últimos años.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Forbes, el "Chapo" y la ética periodística


La revista Forbes, caracterizada por listar a las personas más poderosas del planeta, en su más reciente actualización de dicha lista, hecha en marzo de este año, le trajo una desagradable sorpresa a más de una persona, en cuenta a mí.
Entre líderes políticos y empresarios destacados que han amasado grandes fortunas o tienen gran influencia en la sociedad (razones que les han hecho ganarse un puesto en la lista) como Hu Jintao o Bill Gates, resalta el nombre de un hombre que es mejor conocido por su apodo: el “Chapo” Guzmán.
Sin embargo, lo “destacable” del señor llamado Joaquín Guzmán Loera, no es ser latino ni ostentar el número 60 en la lista; ni siquiera lo es el monto que amasa en su fortuna, calculado en 1 billón de dólares.
El “Chapo” aparece catalogado entre los más poderosos con una profesión nunca antes vista en la lista que lo ensalza: la de traficante de drogas. Es la cabeza del Cartel de Sinaloa y se le considera responsable de aproximadamente un 25% del total de drogas ilegales que ingresan a Estados Unidos desde México. Es además uno de los 10 fugitivos más buscados en el mundo.
Desde mi punto de vista, el hecho de que Forbes tenga sus propios parámetros para medir el poder de los candidatos a su listado es perfectamente válido. La marca de la publicación tiene un reconocimiento importante a nivel mundial y debería asegurarse de ofrecer la información de la forma más veraz y acertada posible.
Lo reprochable, casi nefasto, de esta situación es que la ética del periodismo no haya sido lo suficientemente tomada en cuenta por los editores de Forbes, como para filtrar de la lista a un pillo de esa categoría que, sin importar entonces la cantidad de poder que tenga en sus manos, pueda llegar a ser considerado como un ejemplo para el público que recibe la información.
Si el editorial de un medio describe a la sociedad de la que quiere formar parte, ¿cuál es el mensaje que noticias como esta le están enviando a la audiencia? Basta con leer los comentarios al pie de la nota para darse cuenta de que algo no está bien si hay gente que expresa su deseo de “ser como el Chapo” cuando sean grandes.

Nos jodimos pues...


Okay, no sé cuál de las “buenas nuevas” me impactó más, si la del acato al recato, la del “no al erotismo” o la de la “desimitación” de los hombres.
Pero como dijo Jack el Destripador, vamos por partes. Tal parece ser que, si la cosa sigue por donde va, pronto el calentamiento global se va a hacer sentir con más fuerza (por lo menos para nosotras las féminas) porque nos va a tocar que volver a ponernos calzones de manga larga y, si es posible, de manta, para no solo tener calor sino también andar chimadas. Los brassieres de copa entera deberán ser la norma y las maxis tendrán que reemplazar a las culifaldas que tanta frescura nos proporcionan en estos días de verano.
Por otro lado, a todas aquellas mujeres que ya no piensan tener más güilas (como moi) les digo que parece que nos jodimos porque dice Monseñor Ulloa que el “don sexual” que se nos otorgó, debe ser limitado al fin último del mismo: la fecundación. Si no, nos vamos al infierno.
Así las cosas, a las que todavía están pensando en aumentar la familia, les recomiendo planificar MUY BIEN el polvillo (que más bien tendría que venir a convertirse en un POLVAZO) para que le saquen provecho porque no les vuelve a tocar sino hasta que decidan ser fecundas again. Lo que no me queda claro es si las que ya de plano no pueden tener chamacos también se quedaron con el aparato sexual de adorno, eso no lo explicaron ayer en Cartago…
Dicho lo anterior, a olvidarse del erotismo que tantas alegrías y satisfacciones nos ha traído a las mujeres, a quienes tanto nos ha costado dominar su arte a lo largo de estos siglos. Bye, bye candelitas aromáticas, juego previo, aceititos calentones, toqueteos, lengüetazos y demás; cancelados en el nombre de monseñor-enviado-especial-del-Vati.
Y para cerrar con broche de oro, yo creo que ya ni los pantalones nos vamos a poder poner (aunque nos toque si somos jefas de hogar o mamás solteras) porque nos mandaron a no imitar a los hombres, ya que la inteligencia nuestra es “diferente” (lo cual generalmente es un eufemismo usado para no decir otra cosa) y nos toca potenciar nuestro rol dentro de la familia, porque resulta que todavía no hacemos lo suficiente.
De todas esas cosas fuimos enteradas ayer martes 2 de agosto, durante la homilía en la Basílica de Cartago. Cualquiera pensaría que el año que acompaña a la fecha de tal sermón sería, mínimo, por ahí de 1820, en plena vida colonial. Aún así, yo creo que somos bastantes quienes creemos que tal vez podría haber sido alguito más cerca del siglo XIV que del XIX.
Y sin embargo henos aquí, en pleno siglo XXI, escuchando estas bellezas de discursos que nos quieren poner en patitas de cangrejo a caminar en reversa, para que volvamos a ser lo felices que éramos en aquellos tiempos. ¿O es sólo la Iglesia Católica la que ya no se siente feliz porque el rebaño se le "desadoctrinó"?