martes, 9 de septiembre de 2008

El tamaño sí importa (Setiembre-2008)

A partir de cierta edad en la que el tema del sexo se convierte en cosa cotidiana, una crece escuchando una famosa frase: “el tamaño es lo de menos”. Puede que nadie se haya detenido a pensar en el trasfondo de tal afirmación porque simplemente se acepta como tantas otras que han mal nacido con respecto al asunto. La cuestión es que, si bien es cierto que el tamaño no es lo más importante, está muy lejos de ser lo de menos.
Yo lo veo así: hay un tamaño promedio (entiéndase por tamaño una cierta fórmula que combina con éxito longitud y grosor) que se considera normal y que resulta suficiente para satisfacer las necesidades de casi cualquier mujer. A partir de ahí se dan tamaños hacia arriba y tamaños hacia abajo.
Lo malo es que parece que los hombres (ojo que digo los hombres, no las mujeres) consideran el tamaño normal algo insuficiente y para desviar la atención de las variables métricas (o centi-métricas) vienen y se sacan de la manga frases que desvalorizan la importancia de las medidas, cuando lo cierto es que la gran mayoría se ubican dentro de ese promedio satisfactorio que tan felices nos hace a nosotras.
Entonces sale a la superficie la triste realidad de que con esas frases inventadas lo que tratan de hacer es minimizar el hecho de que casi todos, de a callado, desearían tenerla más grande. Acá surgen dos preguntas: ¿para qué? y ¿más grande que quién? pues categóricamente responden que no cuando alguien les pregunta si se fijan en las dotaciones de los demás cuando están en el baño o en los vestidores. Eso me parece muy sospechoso más cuando se sabe que el tema es de una sensibilidad bastante elevada. Puede que de ahí haya surgido la necesidad de domesticar a los burros y a los caballos, a punta de pura envidia…
Si una chica con una regla en la mano se le acerca a un chico, cuando ambos están en traje de cumpleaños, puede que acontezca en ese momento el mismísimo Apocalipsis: es prácticamente causal de ruptura y en casos más serios, de divorcio. ¡Casi ninguno se la deja medir! Lo peor es que si ellos mismos ya tienen el dato (ya sabemos que por lo menos una vez en la vida se la han medido y hasta comparado a escondidas, por más que lo nieguen) no lo quieren compartir. Al parecer no entienden que nosotras lo que queremos, en total honestidad, es tener la información para poder rajar de sus dotes con nuestras amigas, basándonos, por supuesto, en una correcta utilización del sistema métrico decimal.
Lo que sí es cierto es que cuanto más se aleje el tamaño del promedio hacia abajo o hacia arriba la situación se torna más complicada pues en el primer caso, las probabilidades de conseguir un segundo encuentro sexual decrecen, si es que acaso el primero se llega a concretar; y en el otro extremo del espectro de tamaños, los muy biguans a partir de cierta medida necesitan encontrar a una mujer con ciertas modificaciones anatómicas específicas para que no surjan “diferencias irreconciliables”.
Además, hay que tomar en cuenta que existen los gustos y las preferencias, pero eso ya es cosa de cada quien. En ese caso, la cuestión del tamaño, como dice un amigo mío, es cuestión de perspectivas; pero de ahí a decir que no interesa, como si fuera una verdad absoluta, hay demasiado trecho.
Resumiendo, es tan importante el tamaño del mar como el movimiento de las olas pero tampoco es que andemos en busca del Océano Pacífico porque las cosas muy vastas también tienen sus inconvenientes; por más que afirmen que las mujeres somos como las loras, que entre más grande el palo, mejor se acomodan.