sábado, 28 de abril de 2012

¡Claro que somos el país más feliz del mundo!


Hace menos de una semana agarraron a otro alcalde saliendo de un motel, no sólo en horas laborales sino que también en un carro oficial de la Muni.  La vez pasada había sido uno de la zona sur el de la noticia.  Esta vez, no sabemos si el alcalde -que ejerce en Coronado- haya logrado “coronar” (aunque suponemos que sí);  lo que sí sabemos es que, independientemente de lo que haya logrado meter o sacar en el motel, esa se puede catalogar como una cogida espectacular pues no se limitó al cuartito ese, sino que de paso se hizo cogidos a los contribuyentes del cantón que le pagan el salario, el carro y la gasolina.  O sea, a todos se los gozaron de lo lindo, en una sola tanda.
Luego está el asunto de los compadrazgos políticos en las contrataciones millonarias que tan de moda se han puesto.  Esos equivalen a una gran orgía en la que las voces cantantes (o sea, los que clavan) son los que se echan a la bolsa el menudillo en dólares y el pueblo es el que hace las de colchonetas muerde-almohadas mientras se lo pisan sabroso. 
Recordemos también el infame intento de aumentazo de salario que orquestaron los “padres de la patria”, nomás asumiendo sus curules.  O el proyecto de ley para garantizarse inmunidad perpetua.  Estos casos de legítimo incesto (los padres queriéndosela meter a la patria), de haberse materializado, habrían sido motivo de estudio hasta de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por su excesiva crueldad:  hubiera sido una cogida de a parado, por Detroit y sin vaselina.
Y qué decir del precandidato presidencial que arranca su campaña a unos meses de iniciado el nuevo gobierno, el que desesperado por no mejorar su maltrecha imagen recurre a medidas extremas y suaviza su voz, adopta un tono falso de discurso, se maquilla y aplica la táctica del “sweet-talker” para seducir a sus víctimas.  Típico ejemplo del sátiro a la salida del kínder: su único objetivo es mandarse a cuanto pollo-re-pollo le preste oído y se trague su hablada.
Entonces, diariamente a este pueblo labriego y sencillo, se lo cogen de forma sistemática entre la clase política y la clase gubernamental.  Como dirían los gringos: we’re fucked.  Aquí las cogidas se reparten tieso y parejo, a diestra y siniestra, y sobran los botones de muestra.
Todo esto para decir que hay temas que definitivamente no me gustan, como la política.  Menos aún mezclado con otros que para mí son sagrados, como por ejemplo, el sexo. Sin embargo, debo confesar que hace unos días –gracias a una asociación poco natural de estos dos tópicos que creía antagónicos- entendí por fin la razón de que seamos “el país más feliz del mundo”. 

viernes, 26 de agosto de 2011

Para hablar y comer pescado


El lunes 22 de agosto, La Nación publicó una entrevista que se le realizó al director del HNN, Dr. Rodolfo Hernández. Don Rodolfo, por lo que pude captar a lo largo de la lectura, parecía no tener muchas ganas de responder las preguntas que los periodistas le planteaban; sin embargo, lo hizo.
Si me preguntan a mí, desde el punto de vista de periodista que soy, ese fue el primer error que cometió el médico. Si él no se encontraba en la disposición de ser entrevistado, porque está molesto con la prensa, porque siente que las denuncias recientes acerca de la unidad de cirugías cardíacas del centro que dirige lo afectan de manera personal o porque ese día simplemente no tenía ganas de atender a nadie, debió haber puesto a alguien más a que asistiera a la entrevista.
Su desgano se vio reflejado en las irónicas (e insensibles) respuestas que proporcionó al medio, cuando dijo que "eventualmente todos nos morimos" para justificar la tasa de mortalidad en la unidad citada o cuando afirmó que “podría llamar a Cristóbal Colón para ver cómo encuentra la mortalidad aquí”. Parecía comedia de humor negro, pero don Rodolfo hablaba en serio.
Yo puedo entender que el señor esté molesto con la prensa y podría tratar de analizar sus respuestas desde una perspectiva teórica de la comunicación, en la que el emisor modifica la forma de presentar el mensaje (en este caso aplicando sarcasmo o ironía) para que el receptor se dé por aludido. Pero una cosa es forma y otra cosa es fondo.
La interpretación que la mayoría de los lectores (me incluyo) le dieron a las palabras de don Rodolfo fue de una total falta de sensibilidad y un profundo desdén por las muertes de muchos niños y niñas que requirieron de una intervención cardiaca. Yo podría pensar que tal vez sea que este médico lleve tantos años en su cargo, que ya se le haya hecho una rutina el trabajo y se le haya convertido la muerte en una simple estadística, digna de tratarse como tal o, peor, como si fuera un mal chiste.
Para hablar y comer pescado hay que tener mucho cuidado, dice un refrán popular. No estoy segura de si con una retractación el doctor Hernández pueda librarse del karma que sus palabras le pueden colgar a las espaldas. Ni siquiera me atrevería a contar con la esperanza de que quiera retractarse o, al menos, pedir disculpas a las familias de los niños y niñas fallecidos debido a las supuestas fallas en procedimientos de las cirugías en cuestión.
Tengo el mejor concepto del HNN y lo defiendo a capa y espada desde que nació mi hija pues por experiencia propia sé lo que valen no sólo sus servicios sino el personal de alta calidad humana que puebla sus salones y pasillos. Pero si las palabras de su director me afectaron a mí, que le guardo un profundo agradecimiento por ayudar a que Verónica haya recuperado su salud cuando lo necesitó, no quiero imaginarme lo que sintieron los papás y mamás que, afectados por las denuncias que están en estudio, perdieron un pedacito de sus vidas en estos últimos años.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Forbes, el "Chapo" y la ética periodística


La revista Forbes, caracterizada por listar a las personas más poderosas del planeta, en su más reciente actualización de dicha lista, hecha en marzo de este año, le trajo una desagradable sorpresa a más de una persona, en cuenta a mí.
Entre líderes políticos y empresarios destacados que han amasado grandes fortunas o tienen gran influencia en la sociedad (razones que les han hecho ganarse un puesto en la lista) como Hu Jintao o Bill Gates, resalta el nombre de un hombre que es mejor conocido por su apodo: el “Chapo” Guzmán.
Sin embargo, lo “destacable” del señor llamado Joaquín Guzmán Loera, no es ser latino ni ostentar el número 60 en la lista; ni siquiera lo es el monto que amasa en su fortuna, calculado en 1 billón de dólares.
El “Chapo” aparece catalogado entre los más poderosos con una profesión nunca antes vista en la lista que lo ensalza: la de traficante de drogas. Es la cabeza del Cartel de Sinaloa y se le considera responsable de aproximadamente un 25% del total de drogas ilegales que ingresan a Estados Unidos desde México. Es además uno de los 10 fugitivos más buscados en el mundo.
Desde mi punto de vista, el hecho de que Forbes tenga sus propios parámetros para medir el poder de los candidatos a su listado es perfectamente válido. La marca de la publicación tiene un reconocimiento importante a nivel mundial y debería asegurarse de ofrecer la información de la forma más veraz y acertada posible.
Lo reprochable, casi nefasto, de esta situación es que la ética del periodismo no haya sido lo suficientemente tomada en cuenta por los editores de Forbes, como para filtrar de la lista a un pillo de esa categoría que, sin importar entonces la cantidad de poder que tenga en sus manos, pueda llegar a ser considerado como un ejemplo para el público que recibe la información.
Si el editorial de un medio describe a la sociedad de la que quiere formar parte, ¿cuál es el mensaje que noticias como esta le están enviando a la audiencia? Basta con leer los comentarios al pie de la nota para darse cuenta de que algo no está bien si hay gente que expresa su deseo de “ser como el Chapo” cuando sean grandes.

Nos jodimos pues...


Okay, no sé cuál de las “buenas nuevas” me impactó más, si la del acato al recato, la del “no al erotismo” o la de la “desimitación” de los hombres.
Pero como dijo Jack el Destripador, vamos por partes. Tal parece ser que, si la cosa sigue por donde va, pronto el calentamiento global se va a hacer sentir con más fuerza (por lo menos para nosotras las féminas) porque nos va a tocar que volver a ponernos calzones de manga larga y, si es posible, de manta, para no solo tener calor sino también andar chimadas. Los brassieres de copa entera deberán ser la norma y las maxis tendrán que reemplazar a las culifaldas que tanta frescura nos proporcionan en estos días de verano.
Por otro lado, a todas aquellas mujeres que ya no piensan tener más güilas (como moi) les digo que parece que nos jodimos porque dice Monseñor Ulloa que el “don sexual” que se nos otorgó, debe ser limitado al fin último del mismo: la fecundación. Si no, nos vamos al infierno.
Así las cosas, a las que todavía están pensando en aumentar la familia, les recomiendo planificar MUY BIEN el polvillo (que más bien tendría que venir a convertirse en un POLVAZO) para que le saquen provecho porque no les vuelve a tocar sino hasta que decidan ser fecundas again. Lo que no me queda claro es si las que ya de plano no pueden tener chamacos también se quedaron con el aparato sexual de adorno, eso no lo explicaron ayer en Cartago…
Dicho lo anterior, a olvidarse del erotismo que tantas alegrías y satisfacciones nos ha traído a las mujeres, a quienes tanto nos ha costado dominar su arte a lo largo de estos siglos. Bye, bye candelitas aromáticas, juego previo, aceititos calentones, toqueteos, lengüetazos y demás; cancelados en el nombre de monseñor-enviado-especial-del-Vati.
Y para cerrar con broche de oro, yo creo que ya ni los pantalones nos vamos a poder poner (aunque nos toque si somos jefas de hogar o mamás solteras) porque nos mandaron a no imitar a los hombres, ya que la inteligencia nuestra es “diferente” (lo cual generalmente es un eufemismo usado para no decir otra cosa) y nos toca potenciar nuestro rol dentro de la familia, porque resulta que todavía no hacemos lo suficiente.
De todas esas cosas fuimos enteradas ayer martes 2 de agosto, durante la homilía en la Basílica de Cartago. Cualquiera pensaría que el año que acompaña a la fecha de tal sermón sería, mínimo, por ahí de 1820, en plena vida colonial. Aún así, yo creo que somos bastantes quienes creemos que tal vez podría haber sido alguito más cerca del siglo XIV que del XIX.
Y sin embargo henos aquí, en pleno siglo XXI, escuchando estas bellezas de discursos que nos quieren poner en patitas de cangrejo a caminar en reversa, para que volvamos a ser lo felices que éramos en aquellos tiempos. ¿O es sólo la Iglesia Católica la que ya no se siente feliz porque el rebaño se le "desadoctrinó"?

miércoles, 20 de julio de 2011

¿Vírgenes o suicidas?

(Este dibujo de Munguía, famoso caricaturista tico, representa una parodia de los Caballeros Templarios, con la misión de proteger a las Vírgenes Consagradas)
En una columna de otro tiempo, hablé una vez acerca de la virginidad. Qué difícil es abordar ese tema que ha sido tan mitificado, pero sobre todo con tanto sesgo de género porque bien es sabido que si hay algo sobreestimado en nuestra sociedad es la virginidad femenina.
Porque con los hombres la cosa se da en función inversa a lo que pasa con nosotras: entre más jóvenes ellos puedan decir que la perdieron, más cargas son. A nosotras nos pasa lo contrario, si dejamos de ser vírgenes muy chamacas, mayor probabilidad tendremos de ser catalogadas como zorras, aunque lo único que hayamos hecho sea un poco de exploración, a lo cual tenemos el mismo derecho que los hombres.
Claro que para ellos jamás habrá polvo más preciado que aquel en el que “rompen” o “abren camino”, porque saben que están marcando un territorio y con tinta casi indeleble. Por eso muchos se escandalizan o tratan de no pensar en eso si se enteran de que la mujer que aman (cuando se enamoran) ha estado con otros. Algunos incluso prefieren hacer de cuentas que son los primeros, como en el video de abajo.
Todo este tema me viene a la mente por una reciente noticia acerca de la reinstauración de un rito católico en el que las mujeres, sin convertirse en monjas, consagran su virginidad a Dios (y ojo, hasta tienen Facebook). Para mí cualquiera de las dos opciones (monja o virgen consagrada) suenan a suicidio.
Los seres humanos, hombres y mujeres por igual, somos seres altamente sexuales. Es más, somos de las pocas especies que practican el sexo recreativo (¡y que si es recreativo!). Además, está científicamente comprobado que disfrutar de la sexualidad plena no sólo es una necesidad sino un derecho elemental de todo ser humano.
Yendo más allá, hay más que suficientes testimonios de la mayoría de las personas que “eligen” la castidad terminan buscando “formas alternativas” de satisfacer su deseo sexual, manteniendo sus votos con base en un tecnicismo que, generalmente, se devuelve en algún momento a patearles el trasero.
A la pregunta de si tomarían la decisión de vivir el resto de su vida sin sexo, un 28% contestó que NO pero una abrumante mayoría del 65% decidió irse a los superlativos con la respuesta y respondió que JAMÁS. Sólo un 4% dijo que sí (y aún así creo que fue alguna de mis amistades, sólo para vacilarme) y el 2% respondió que podría considerarlo eventualmente.
Eso quiere decir que, afortunadamente, la Orden de las Vírgenes Consagradas por estos lados no se ganaría ni una peseta.

Costa Rica: un país de contrastes...¡hasta en su desarrollo!


El pasado 13 de julio, en el auditorio de la Universidad Latina sede San Pedro, se llevó a cabo la conferencia titulada “Paradojas, indicadores y desafíos del desarrollo nacional”, impartida por el director del Programa Estado de la Nación, Miguel Gutiérrez Saxe.
El Rector de la Ulatina, Walter Bolaños, fue el encargado de decir las palabras inaugurales y de presentar al conferencista, quien inició su charla diciendo que el nuestro es un país singular con gran fortaleza institucional pero a la vez con grandes paradojas en su desarrollo.
Un ejemplo de esas paradojas, y talvez la más clara de identificar por cualquiera, es que somos un país alfabetizado pero no muy educado. Según Gutiérrez, en Costa Rica prácticamente todas las personas saben leer y escribir, pero el acceso a la educación integral (llámese diversificada y universitaria) es cada vez menor, además de las tasas de deserción estudiantil.
Otra paradoja en el desarrollo de nuestro país, citada por Gutiérrez, es que los ticos nos preciamos mucho de la igualdad entre nosotros, pero la desigualdad va en continuo aumento.
A lo largo de la conferencia, el expositor mostró datos y gráficas con estadísticas de diferentes indicadores como la tasa de mortalidad infantil, la esperanza de vida al nacer y el acceso a la seguridad social en la población, para sustentar su ponencia.
Al cierre de esta nota, Gutiérrez estaba comentando la octava paradoja presente en el desarrollo de Costa Rica.

miércoles, 13 de julio de 2011

Les cuento un cuento: El parque de Las Españolas

Bajarías esas gradas y llegarías a la calle casi corriendo, con los botines altos a medio amarrar, alternándose con lo frondoso del encaje de tu enagua. Caminarías hasta el fondo de la calle, los tacones de tus zapatos chocando con el frío gris de los adoquines; una esquina, luego otra. Te tocarías el rebozo, recordando que olvidaste tu cartera pero no te importaría porque no era necesaria, no contenía nada importante como el corazón bombeando o el bulto en la garganta o la humedad en tu entrepierna, cosas que llevabas bien puestas en su lugar. En una mano apretarías inconscientemente el papel que leíste antes de bajar aquellas gradas y estarías a punto de dejarlo caer al caño limpio, con su río artificial en sequía permanente. Alcanzarías otra esquina, la del farol que nunca se apaga porque pareciera vivir en el olvido del apagador de faroles, lo mirarías de reojo y recordarías el último beso que no recibiste, con un adiós se veía cada vez más cercano. Dudarías en la siguiente calle, antes de seguir el rumbo que tenías trazado desde el papel recién leído y pensarías que tal vez sería mejor devolverte sobre la prisa de tus pasos, un poco más lentos, más pensados, menos apasionados, más cuerdos. Dudarías en decidir con qué le extrañaste más, si con tu cabeza, con el pecho o con el coño. Respirarías profundo, con la luz del farol eterno alumbrándote en el pelo y punzando en el recuerdo de aquel coche que se iba y no supiste de quién era. Te reirías sola, pensando en lo que dirían tus tías solteronas si supieran que a los 17 ya no eras virgen y que no lo habías sido desde hacía casi un año. Tus tías que te decían que escribir versos no era algo digno de mujeres, menos verse con un poeta, que eso no era de señoritas. Seguirías tu camino entonces, gracias a una ráfaga de aire fresco en medio de aquel infierno de los últimos días, como si el viento te empujara hacia algo que estabas esperando. Caminarías más recordando los meses pasados, el silencio, la duda y la esperanza de que sus letras volvieran a darle sentido a tus palabras, de que sus dedos penetraran otra vez tus muros. Caminarías resonando en los adoquines, con más prisa que antes, con menos aire que antes, alargando los ojos hacia donde no alcanzaban, en busca de aquel árbol. Llegarías a la bocacalle indicada, donde la ciudad se abría hacia el cielo y el verde cambiaba el paisaje gris por un vacío refrescante, y cruzarías esa última calle como si fuera tu última calle, tus últimos veinte pasos hacia la muerte. Y lo verías ahí, sentado bajo el árbol, con un libro entre las manos y los ojos, con un bigote que no le conocías, con la misma silueta de tipo interesante viendo hacia abajo, como si el resto del mundo fuera nada y sólo importaran las palabras entre sus dedos. Sus dedos. Sus dedos que hacían magia en todos los ámbitos posibles de tu vida. Recorrerías los pasos finales como una niña que empieza a caminar, con las piernas tambaleantes y dudarías del rumbo en ese momento, como si de verdad hubieras debido regresarte. Lo encontrarías callado, en el Parque de Las Españolas, bajo aquel árbol centenario, sonriéndole a su libro, al libro que le diste antes de que se fuera. Tu libro. Y le dirías: “Mi coño te ha extrañado”.