El lunes 22 de agosto, La Nación publicó una entrevista que se le realizó al director del HNN, Dr. Rodolfo Hernández. Don Rodolfo, por lo que pude captar a lo largo de la lectura, parecía no tener muchas ganas de responder las preguntas que los periodistas le planteaban; sin embargo, lo hizo.
Si me preguntan a mí, desde el punto de vista de periodista que soy, ese fue el primer error que cometió el médico. Si él no se encontraba en la disposición de ser entrevistado, porque está molesto con la prensa, porque siente que las denuncias recientes acerca de la unidad de cirugías cardíacas del centro que dirige lo afectan de manera personal o porque ese día simplemente no tenía ganas de atender a nadie, debió haber puesto a alguien más a que asistiera a la entrevista.
Su desgano se vio reflejado en las irónicas (e insensibles) respuestas que proporcionó al medio, cuando dijo que "eventualmente todos nos morimos" para justificar la tasa de mortalidad en la unidad citada o cuando afirmó que “podría llamar a Cristóbal Colón para ver cómo encuentra la mortalidad aquí”. Parecía comedia de humor negro, pero don Rodolfo hablaba en serio.
Yo puedo entender que el señor esté molesto con la prensa y podría tratar de analizar sus respuestas desde una perspectiva teórica de la comunicación, en la que el emisor modifica la forma de presentar el mensaje (en este caso aplicando sarcasmo o ironía) para que el receptor se dé por aludido. Pero una cosa es forma y otra cosa es fondo.
La interpretación que la mayoría de los lectores (me incluyo) le dieron a las palabras de don Rodolfo fue de una total falta de sensibilidad y un profundo desdén por las muertes de muchos niños y niñas que requirieron de una intervención cardiaca. Yo podría pensar que tal vez sea que este médico lleve tantos años en su cargo, que ya se le haya hecho una rutina el trabajo y se le haya convertido la muerte en una simple estadística, digna de tratarse como tal o, peor, como si fuera un mal chiste.
Para hablar y comer pescado hay que tener mucho cuidado, dice un refrán popular. No estoy segura de si con una retractación el doctor Hernández pueda librarse del karma que sus palabras le pueden colgar a las espaldas. Ni siquiera me atrevería a contar con la esperanza de que quiera retractarse o, al menos, pedir disculpas a las familias de los niños y niñas fallecidos debido a las supuestas fallas en procedimientos de las cirugías en cuestión.
Tengo el mejor concepto del HNN y lo defiendo a capa y espada desde que nació mi hija pues por experiencia propia sé lo que valen no sólo sus servicios sino el personal de alta calidad humana que puebla sus salones y pasillos. Pero si las palabras de su director me afectaron a mí, que le guardo un profundo agradecimiento por ayudar a que Verónica haya recuperado su salud cuando lo necesitó, no quiero imaginarme lo que sintieron los papás y mamás que, afectados por las denuncias que están en estudio, perdieron un pedacito de sus vidas en estos últimos años.