A los ticos nos caracteriza un “talento” innato para poner apodos y cambiarle el nombre a las cosas (un saludo especial para todos los alajuelenses, que en este campo se llevan el premio a la excelencia) y nada ni nadie se escapan a esta manía nuestra. Ni siquiera (ni mucho menos) “aquella cosa” que cada persona tiene en medio de las piernas.
En esta columna –y en la que sigue- haremos un repaso de algunos de los sobrenombres más comunes que se escuchan por los caminos de la vida, para designar popularmente esa parte especial de nuestro cuerpo. Empezaremos con las damas, citándolos por categorías, de acuerdo al origen del apodo:
Del Reino Animal: De los mamíferos, el sobrenombre más famoso es el mono o mico, en referencia –suponemos- a lo peludo del asunto en cuestión (aunque ahora, con tantas técnicas de depilación nuevas, eso es algo muy relativo). También le dicen el misingo, derivado del apodo “car’e gato” o bigotudo; de nuevo, en referencia a las vellosidades del área. Se le ha denominado, además, (y este es un nombre que sólo he oído en la bajura) “la huella de venado” o camel toe en inglés; nada más usen la imaginación…
Por el lado de los anfibios, el apodo favorito es “el sapo” (contradiciendo a los apodos anteriores, pues los sapos no tienen pelos) y cuando alguien dice “vieras qué sapo más grande”, todos los pensamientos se van por la tangente. De la familia de los insectos, están los términos la cuca, el escarabajo y, uno más general, el bicho.
Objetos y cosas: Los apodos más comunes en esta categoría son la cosa o el “chunche” y bien sabemos que son palabras comodín utilizadas para muchos fines diferentes. La pepa, el aparato, la hendija, el partido, la concha y –un favorito de esta columna, por razones obvias- la bisagra, engrosan esta lista. Me llamó mucho la atención una vez cierto tipo que decía que tal mujer tenía “el garaje” donde él parqueaba su “carro” y según él, siempre andaba en busca de un nuevo garaje.
Palabras inventadas: Aquí nos podemos dar gusto citando nombres que se inventan y que nadie sabe a ciencia cierta qué quieren decir, más que una designación para el aparato reproductor femenino. Entre otros se pueden mencionar el guayoyo, el sisimiqui, el mikiri (este hasta tiene una canción y de todo), el wiwicho (este es un nombre navideño, basado en el coro de un famoso villancico en inglés), la chocha o el chuica. Si se practican bastante y se llegan a hacer más populares quien quita un quite y hasta se podrían convertir en neologismos (nuevas palabras).
Comestibles: otra categoría que da para mucho es esta y al relacionar a los órganos sexuales con comida queda demostrado, en forma tácita, que el sexo oral es mucho más popular de lo que la mayoría reconoce. Por el lado de las frutas y verduras tenemos que le dicen la papaya, el níspero, el zapote, el mamey, el zapallo, el repollo y la semilla de café. Representando a los mariscos están los siguientes: la ostra, el mejillón, la chucheca y, dependiendo del tamaño, hasta el ostión vaca. En el campo de los carbohidratos también hay material pues le llaman el pan dulce, el bizcocho, el rosquete, la arepa y la biscotela; sin embargo, la más popular de este grupo es la empanada, denominación de la cual se derivan una serie de nuevos apodos como “panocha” y ese mismo término masculinizado, que en este mundo post-moderno y rebosante de anglicismos se ha convertido en el muy perseguido “bread-8”.
Tengo la seguridad de que la lista podría seguir por más páginas, pero vamos a dejarla hasta aquí por el momento. Para la próxima edición repasaremos los apodos del órgano reproductor masculino y quiero invitarles a que nos envíen (con su justificación o explicación) aquellos sobrenombres que les llamen la atención dentro de las categorías que citamos (o en algunas nuevas, si fuera del caso) a nuestro correo electrónico.
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