De sexo se ha dicho y escrito mucho, pero definitivamente no tanto como lo que se ha practicado. Nada más tratemos de imaginarnos, por unos segundos, todas las prácticas y poses que se puedan haber implementado a lo largo de los siglos en esta materia. Es probable que no nos alcancen ni la imaginación ni el tiempo para documentarlas.
Eso quiere decir que siempre habrá espacio para algo nuevo, y para comprobar que las posibilidades son infinitas, sólo basta aplicar la creatividad y ver qué resultados obtenemos. Hasta puede pasar que, a veces, la creatividad se convierta en un producto de la urgencia o la necesidad.
Veamos por ejemplo, un caso hipotético: una pareja que lleva años disfrutando del buen sexo mutuo, podría llegar a pensar, en algún momento, que ya han puesto en práctica todas las posiciones que existen a pesar de su continua labor de investigación. Incluso, de tanto que han experimentado, puede que se achaquen el haber inventado una o dos poses novedosas, para el goce propio y del resto de la humanidad.
Pero de repente, en una sesión de alcoba, a alguno de los dos se le ocurre hacer algo diferente; digamos, estirar el juego previo hasta que el límite de aguante del otro esté a punto de traspasarse. En ese estira y encoge de pronto alguien susurra un “Ay por favor, por favor, ya”, y la contraparte, en vez de ceder, se hace un poquito más de rogar. Alcanzado este punto, tenemos dos caminos posibles:
Uno. Que se materialicen los ruegos de una parte, que la otra acceda, y se dé una sesión de lucha-libre-al-desnudo normal, respetando todas las reglas conocidas y utilizando las poses y procedimientos usuales.
Dos. Que alguien (el que ya no aguanta) se muerda la lengua y decida dar la pelea, para tratar de conseguir por sus propios medios lo que quiere.
Este segundo caso es el que nos interesa para ilustrar el asunto de las urgencias y su relación con la creatividad. Resulta que, al darse un ligero conflicto de intereses (uno se hace el rogado y alguien más no quiere rogar, pero los dos quieren coger) el jueguito se convierte en una pequeña lucha en la que, si juegan bien sus cartas, los dos pueden salir ganando.
A ver, supongamos que, como están forcejeando, adoptan una pose medio incómoda que les impide cerrar el negocio. Pero como a la vez es un juego en el que los dos están de acuerdo en participar, el asunto se va calentando más y más, y cuando menos lo esperan ¡zas! todo se acomoda en su lugar, por más imposible que parezca, y terminan simultáneamente, en una posición que jamás se habrían imaginado.
¿Qué pasó aquí? Pues que acaban de inventar una pose y, mientras tratan de recuperar el aire, ninguno de los dos sale de la sorpresa. Hicieron algo que no habían hecho antes.
Entonces, llegamos a varias conclusiones del caso estudiado hoy: primero, si ambas partes están de acuerdo en que quieren, el pene es como un soldado militar que SIEMPRE va a encontrar una forma de atrincherarse, no importa qué tan incómoda sea la pose. Segundo, el romper la rutina (por muy mínimo que sea el cambio) por lo general produce ganancias. Y tercero, a quien dijo que la necesidad tiene cara de chinchorro (Bisagra Agosto-2009), le faltó agregar que también tiene cara de creativo, cuyas ocurrencias nos pueden hacer muy felices, de vez en cuando.
Eso quiere decir que siempre habrá espacio para algo nuevo, y para comprobar que las posibilidades son infinitas, sólo basta aplicar la creatividad y ver qué resultados obtenemos. Hasta puede pasar que, a veces, la creatividad se convierta en un producto de la urgencia o la necesidad.
Veamos por ejemplo, un caso hipotético: una pareja que lleva años disfrutando del buen sexo mutuo, podría llegar a pensar, en algún momento, que ya han puesto en práctica todas las posiciones que existen a pesar de su continua labor de investigación. Incluso, de tanto que han experimentado, puede que se achaquen el haber inventado una o dos poses novedosas, para el goce propio y del resto de la humanidad.
Pero de repente, en una sesión de alcoba, a alguno de los dos se le ocurre hacer algo diferente; digamos, estirar el juego previo hasta que el límite de aguante del otro esté a punto de traspasarse. En ese estira y encoge de pronto alguien susurra un “Ay por favor, por favor, ya”, y la contraparte, en vez de ceder, se hace un poquito más de rogar. Alcanzado este punto, tenemos dos caminos posibles:
Uno. Que se materialicen los ruegos de una parte, que la otra acceda, y se dé una sesión de lucha-libre-al-desnudo normal, respetando todas las reglas conocidas y utilizando las poses y procedimientos usuales.
Dos. Que alguien (el que ya no aguanta) se muerda la lengua y decida dar la pelea, para tratar de conseguir por sus propios medios lo que quiere.
Este segundo caso es el que nos interesa para ilustrar el asunto de las urgencias y su relación con la creatividad. Resulta que, al darse un ligero conflicto de intereses (uno se hace el rogado y alguien más no quiere rogar, pero los dos quieren coger) el jueguito se convierte en una pequeña lucha en la que, si juegan bien sus cartas, los dos pueden salir ganando.
A ver, supongamos que, como están forcejeando, adoptan una pose medio incómoda que les impide cerrar el negocio. Pero como a la vez es un juego en el que los dos están de acuerdo en participar, el asunto se va calentando más y más, y cuando menos lo esperan ¡zas! todo se acomoda en su lugar, por más imposible que parezca, y terminan simultáneamente, en una posición que jamás se habrían imaginado.
¿Qué pasó aquí? Pues que acaban de inventar una pose y, mientras tratan de recuperar el aire, ninguno de los dos sale de la sorpresa. Hicieron algo que no habían hecho antes.
Entonces, llegamos a varias conclusiones del caso estudiado hoy: primero, si ambas partes están de acuerdo en que quieren, el pene es como un soldado militar que SIEMPRE va a encontrar una forma de atrincherarse, no importa qué tan incómoda sea la pose. Segundo, el romper la rutina (por muy mínimo que sea el cambio) por lo general produce ganancias. Y tercero, a quien dijo que la necesidad tiene cara de chinchorro (Bisagra Agosto-2009), le faltó agregar que también tiene cara de creativo, cuyas ocurrencias nos pueden hacer muy felices, de vez en cuando.
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