Comenzaré haciendo la obligatoria aclaración de que los hechos, personajes y supuestos presentes en esta Bisagra son absolutamente hipotéticos pero no por ello, faltos de validez en nuestra cruda realidad.
Perencejo parece un chico normal o lo que llamaríamos “dentro del promedio”. Un tipo común y corriente; tan corriente que, lamentablemente, está convencido de que el sexo es un tema “superfluo”, carente de la importancia necesaria siquiera para hablar o escribir de ello.
Piensa que hablar o escribir de sexo en términos simples (como cuando conversamos en confianza con amigos), sin tapujos o “al chile” como se dice por ahí, es una tarea que debe relegarse a publicaciones de corte amarillista o revistas pornográficas. Cree que ningún medio de comunicación serio o con fines educativos sería capaz de dedicarle el mínimo espacio a tales nimiedades.
Perencejo no habla de sexo con sus amigos o amigas; simplemente, no es apropiado. Practica la mojigatería como si fuera una religión porque así aprendió desde que era tan solo un “Perencejito”. Sin embargo, sus horas en solitario se las pase fantaseando y practicando para lo que sus amigos llaman “un buen polvo”. Aunque no con mucho esfuerzo pues siendo el sexo un tema tan trivial, no le parece que valga la pena esforzarse.
Dice que cualquier colegial en estos tiempos conoce lo suficiente sobre sexo como para hablar con propiedad y escribir una columna en cualquier periódico o incluso, en la puerta de un baño. Y aunque podría ser verdad, la razón le dice que a tan corta edad es difícil que una persona conozca el todo y el cómo de una sexualidad sana y placentera.
Nuestro querido Perencejo no concibe que una mujer pueda escribir de sexo en términos cotidianos y populares, con la misma naturalidad que lo hacen un grupo de “maes” en un baño de hombres. No, eso no es posible. Por eso piensa que quien escribe esta columna es un hombre que se inventó un pseudónimo femenino para disfrazar un par de huevos, que tienen que ser el cerebro detrás de este tema tan superficial.
Perencejo, como miles de otras personas en nuestro planeta (que sigue patas para arriba por más que tratemos de enderezarlo), no tiene la culpa de pensar así. Él, como esas otras masas, es víctima de una deficiente educación sexual que durante siglos nos ha obligado a aprender, a crecer y a madurar a tientas, a veces un poco tarde. Víctima de un adoctrinamiento religioso que nos ha metido en la cabeza que el sexo es tabú, sucio, prohibido e innombrable. Víctima de una sociedad machista que ha considerado desde el principio de la historia que, en materia de sexo (y muchas otras ramas más), las chicas somos casi un accesorio.
Dadas las circunstancias hipotéticas, y dado lo espinoso y cruel de cada postulado expuesto en estas líneas, si todos los Perencejos que existen no se deciden a revisar su posición respecto a esa prioridad humana que es el sexo, es probable que nuestra especie se encamine más rápido hacia la inevitable extinción, pero esta vez por ausencia de ganas de coger, a falta de parejas deseables.
Y está de más decir que, a estas alturas del partido, Perencejo no es alguien a quien cualquier persona que disfrute del buen sexo, quisiera meter en su cama. Ni de broma.
Perencejo parece un chico normal o lo que llamaríamos “dentro del promedio”. Un tipo común y corriente; tan corriente que, lamentablemente, está convencido de que el sexo es un tema “superfluo”, carente de la importancia necesaria siquiera para hablar o escribir de ello.
Piensa que hablar o escribir de sexo en términos simples (como cuando conversamos en confianza con amigos), sin tapujos o “al chile” como se dice por ahí, es una tarea que debe relegarse a publicaciones de corte amarillista o revistas pornográficas. Cree que ningún medio de comunicación serio o con fines educativos sería capaz de dedicarle el mínimo espacio a tales nimiedades.
Perencejo no habla de sexo con sus amigos o amigas; simplemente, no es apropiado. Practica la mojigatería como si fuera una religión porque así aprendió desde que era tan solo un “Perencejito”. Sin embargo, sus horas en solitario se las pase fantaseando y practicando para lo que sus amigos llaman “un buen polvo”. Aunque no con mucho esfuerzo pues siendo el sexo un tema tan trivial, no le parece que valga la pena esforzarse.
Dice que cualquier colegial en estos tiempos conoce lo suficiente sobre sexo como para hablar con propiedad y escribir una columna en cualquier periódico o incluso, en la puerta de un baño. Y aunque podría ser verdad, la razón le dice que a tan corta edad es difícil que una persona conozca el todo y el cómo de una sexualidad sana y placentera.
Nuestro querido Perencejo no concibe que una mujer pueda escribir de sexo en términos cotidianos y populares, con la misma naturalidad que lo hacen un grupo de “maes” en un baño de hombres. No, eso no es posible. Por eso piensa que quien escribe esta columna es un hombre que se inventó un pseudónimo femenino para disfrazar un par de huevos, que tienen que ser el cerebro detrás de este tema tan superficial.
Perencejo, como miles de otras personas en nuestro planeta (que sigue patas para arriba por más que tratemos de enderezarlo), no tiene la culpa de pensar así. Él, como esas otras masas, es víctima de una deficiente educación sexual que durante siglos nos ha obligado a aprender, a crecer y a madurar a tientas, a veces un poco tarde. Víctima de un adoctrinamiento religioso que nos ha metido en la cabeza que el sexo es tabú, sucio, prohibido e innombrable. Víctima de una sociedad machista que ha considerado desde el principio de la historia que, en materia de sexo (y muchas otras ramas más), las chicas somos casi un accesorio.
Dadas las circunstancias hipotéticas, y dado lo espinoso y cruel de cada postulado expuesto en estas líneas, si todos los Perencejos que existen no se deciden a revisar su posición respecto a esa prioridad humana que es el sexo, es probable que nuestra especie se encamine más rápido hacia la inevitable extinción, pero esta vez por ausencia de ganas de coger, a falta de parejas deseables.
Y está de más decir que, a estas alturas del partido, Perencejo no es alguien a quien cualquier persona que disfrute del buen sexo, quisiera meter en su cama. Ni de broma.
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