Estos días que vemos transcurrir en la actualidad tienen de común denominador una palabra que se dice por lo menos una vez en cada conversación: crisis.
La bendita crisis (muchos la describirán con el opuesto de bendita) tiene al mundo entero a su merced. Que si la economía, que si los combustibles, que si la producción de alimentos, que si el desempleo; la lista parece interminable.
Yo creo que es válido mencionarla, analizarla y hasta asumirla en carne propia para ver de qué manera se puede sobrellevar. El problema surge cuando dejamos que la crisis tome las riendas de necesidades fundamentales y básicas en nuestras vidas. Y sí, adivinaron, estoy hablando del sexo.
Para nadie es un secreto que eso tan rico, esa práctica esencial de todos los mamíferos que rodamos por este planeta azul, más que un instinto es una necesidad. Pero encima de eso y como si fuera poco, el sexo constituye una válvula de escape del cuerpo, que se convierte en una herramienta imprescindible durante tiempos de dificultad. Una maravillosa y natural receta anti-estrés.
Hay estudios que señalan la existencia de personas que, al atravesar tiempos críticos, presentan una clara y marcada tendencia hacia la abstinencia sexual, basados en que el exceso de tensión les impide “desempeñarse” normalmente.
Viene entonces a mi mente la sencilla relación que existe entre veneno y antídoto: la misma cosa que te puede matar, es la que puede terminar salvándote la vida. Solo es cuestión de probar y seguir probando hasta dar con la fórmula ganadora.
Llámese probar a diferentes posiciones, escenarios, atuendos, juguetes, jueguitos y todo lo que sea necesario (TODO); aún más sabiendo que la situación puede convertirse en un caso de vida o muerte.
Digo de vida o muerte porque todos hemos leído en las noticias acerca de la cantidad de gente que se ha auto-recetado un viaje al más allá por cuenta de la presente crisis. Quiero creer que lo habrían pensado mejor si hubieran estado cogiendo rico con alguien; aun cuando la crisis los hubiera dejado sin un cinco en la bolsa.
Porque si bien es cierto que la plata muchas veces es necesaria (el motel, los condones, los accesorios, las birras, la cenita preludio, todo eso cuesta…), coger es gratis y a como están las cosas no se puede despreciar nada que sea gratis. Además, cuando se quiere, generalmente se puede.
Por otro lado hay otros seres que, con mucha sapiencia, ven en la crisis una gran oportunidad para explorar, acentuar, redescubrir y, por ende, mejorar su experiencia sexual. Esta determinación, como método de alivianar tensiones provocadas por otras situaciones menos placenteras de la vida, termina convirtiéndose en una experiencia muy beneficiosa para quienes la practican.
Entonces, mis bien amadas criaturitas, si se sintieran con mucho estrés, ya tienen una receta infalible y muy a la mano para contrarrestarlo.
Y como en estas épocas la principal recomendación es ahorrar para no pasar penurias y satisfacer, por lo menos, las necesidades básicas, hay que guardar la platita para las cosas que son sagradas: la comida, diría una madre; el guaro, diría un borracho; y el sexo, agregaríamos todos los demás.
La bendita crisis (muchos la describirán con el opuesto de bendita) tiene al mundo entero a su merced. Que si la economía, que si los combustibles, que si la producción de alimentos, que si el desempleo; la lista parece interminable.
Yo creo que es válido mencionarla, analizarla y hasta asumirla en carne propia para ver de qué manera se puede sobrellevar. El problema surge cuando dejamos que la crisis tome las riendas de necesidades fundamentales y básicas en nuestras vidas. Y sí, adivinaron, estoy hablando del sexo.
Para nadie es un secreto que eso tan rico, esa práctica esencial de todos los mamíferos que rodamos por este planeta azul, más que un instinto es una necesidad. Pero encima de eso y como si fuera poco, el sexo constituye una válvula de escape del cuerpo, que se convierte en una herramienta imprescindible durante tiempos de dificultad. Una maravillosa y natural receta anti-estrés.
Hay estudios que señalan la existencia de personas que, al atravesar tiempos críticos, presentan una clara y marcada tendencia hacia la abstinencia sexual, basados en que el exceso de tensión les impide “desempeñarse” normalmente.
Viene entonces a mi mente la sencilla relación que existe entre veneno y antídoto: la misma cosa que te puede matar, es la que puede terminar salvándote la vida. Solo es cuestión de probar y seguir probando hasta dar con la fórmula ganadora.
Llámese probar a diferentes posiciones, escenarios, atuendos, juguetes, jueguitos y todo lo que sea necesario (TODO); aún más sabiendo que la situación puede convertirse en un caso de vida o muerte.
Digo de vida o muerte porque todos hemos leído en las noticias acerca de la cantidad de gente que se ha auto-recetado un viaje al más allá por cuenta de la presente crisis. Quiero creer que lo habrían pensado mejor si hubieran estado cogiendo rico con alguien; aun cuando la crisis los hubiera dejado sin un cinco en la bolsa.
Porque si bien es cierto que la plata muchas veces es necesaria (el motel, los condones, los accesorios, las birras, la cenita preludio, todo eso cuesta…), coger es gratis y a como están las cosas no se puede despreciar nada que sea gratis. Además, cuando se quiere, generalmente se puede.
Por otro lado hay otros seres que, con mucha sapiencia, ven en la crisis una gran oportunidad para explorar, acentuar, redescubrir y, por ende, mejorar su experiencia sexual. Esta determinación, como método de alivianar tensiones provocadas por otras situaciones menos placenteras de la vida, termina convirtiéndose en una experiencia muy beneficiosa para quienes la practican.
Entonces, mis bien amadas criaturitas, si se sintieran con mucho estrés, ya tienen una receta infalible y muy a la mano para contrarrestarlo.
Y como en estas épocas la principal recomendación es ahorrar para no pasar penurias y satisfacer, por lo menos, las necesidades básicas, hay que guardar la platita para las cosas que son sagradas: la comida, diría una madre; el guaro, diría un borracho; y el sexo, agregaríamos todos los demás.
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