En materia de sexo, las mujeres muchas veces tenemos la tendencia a desconfiar más de la cuenta de lo que nos dicen los hombres, pensando en que la mayoría de las cosas podrían ser artimañas o marrullas para ponernos paralelas al suelo.
Para empezar están las típicas pendejadas: “la puntita nada más”, “tranquila mi amor, yo soy estéril” y “con una vez no vas a quedar embarazada” son algunas de las frases que han provocado más de un niño haciendo travesuras por ahí. Lo que yo no entiendo es cómo alguna se las cree todavía pues parecen insultos a la inteligencia y en realidad, la mayoría de las veces, no es necesaria tanta hablada; cuando una quiere, quiere y punto.
Primero, ¿quién, una vez que las cosas se han calentado, se conforma con “la puntita nada más”? ¡Nadie! Ni ellos ni nosotras, eso es un hecho. Segundo, ¿a quién se le ocurre creer en cuentos de esterilidad si no es con un papel médico en la mano? Lo único que se puede tener casi seguro es una de dos sorpresas posteriores: a) ¡milagro, me curé, ya no soy estéril!, o b) Yo no soy el papá, ya te había dicho que soy estéril. Tercero, está científicamente comprobado que una puede quedar embarazada con media vez, no se necesita la vez completa.
Después de eso están las manipulaciones psicológico-emocionales dentro de las cuales entran en juego la famosa “prueba de amor”, el “creo que no me querés tanto como yo a vos”, los pucheros, el acto teatral de víctima sufrida y célibe a la fuerza, y los más intrépidos que incluso usan el “yo de verdad te amo” como un as sacado de la manga, con tal de lograr su objetivo.
La mayoría de estas patrañas, si no todas, cualquier mujer con más de dos dedos de frente y un poquito de experiencia o educación sexual las sabe discriminar y hasta jugársela para salir como las grandes. Sin embargo, hay una razón esgrimida por los hombres, la cual muchas mujeres considerábamos un mito masculino con fines meramente manipuladores. Y hablo en pasado porque un mini-censo realizado por quien les escribe dio al traste con tal hipótesis.
Resulta que cuando un hombre pasa mucho rato con una erección y luego no se consuma el acto, le da dolor de testículos. Sí, es cierto. Por eso dicen que detestan a las “mujeres microondas” que sólo para calentar sirven, porque según los testimonios de mis entrevistados, el dolor que les da es algo realmente terrible y abarca no solo el escroto sino toda el área inguinal. Por como me lo contaron, me imagino que debe ser como un dolor de vientre bien bravo y repentino.
Uno de ellos dice que a él eso sólo le pasó una o dos veces cuando mucho, porque la próxima y todas las demás, decidió recurrir a Manuela, antes de aguantarse semejante dolor de huevos.
Por eso, cuando escuchemos que a alguien lo comparan con un dolor de “eggs”, hay que tener claro que lo están tratando feo. Sirve la aclaración también para entender (aunque no justificar) el dejo despectivo con que se refieren ellos a las chicas que calientan y emprenden la huída, pues no sólo los dejan embarcados sino que además, adoloridos.
Y nosotras pensando que era mentira, qué pecado…
Para empezar están las típicas pendejadas: “la puntita nada más”, “tranquila mi amor, yo soy estéril” y “con una vez no vas a quedar embarazada” son algunas de las frases que han provocado más de un niño haciendo travesuras por ahí. Lo que yo no entiendo es cómo alguna se las cree todavía pues parecen insultos a la inteligencia y en realidad, la mayoría de las veces, no es necesaria tanta hablada; cuando una quiere, quiere y punto.
Primero, ¿quién, una vez que las cosas se han calentado, se conforma con “la puntita nada más”? ¡Nadie! Ni ellos ni nosotras, eso es un hecho. Segundo, ¿a quién se le ocurre creer en cuentos de esterilidad si no es con un papel médico en la mano? Lo único que se puede tener casi seguro es una de dos sorpresas posteriores: a) ¡milagro, me curé, ya no soy estéril!, o b) Yo no soy el papá, ya te había dicho que soy estéril. Tercero, está científicamente comprobado que una puede quedar embarazada con media vez, no se necesita la vez completa.
Después de eso están las manipulaciones psicológico-emocionales dentro de las cuales entran en juego la famosa “prueba de amor”, el “creo que no me querés tanto como yo a vos”, los pucheros, el acto teatral de víctima sufrida y célibe a la fuerza, y los más intrépidos que incluso usan el “yo de verdad te amo” como un as sacado de la manga, con tal de lograr su objetivo.
La mayoría de estas patrañas, si no todas, cualquier mujer con más de dos dedos de frente y un poquito de experiencia o educación sexual las sabe discriminar y hasta jugársela para salir como las grandes. Sin embargo, hay una razón esgrimida por los hombres, la cual muchas mujeres considerábamos un mito masculino con fines meramente manipuladores. Y hablo en pasado porque un mini-censo realizado por quien les escribe dio al traste con tal hipótesis.
Resulta que cuando un hombre pasa mucho rato con una erección y luego no se consuma el acto, le da dolor de testículos. Sí, es cierto. Por eso dicen que detestan a las “mujeres microondas” que sólo para calentar sirven, porque según los testimonios de mis entrevistados, el dolor que les da es algo realmente terrible y abarca no solo el escroto sino toda el área inguinal. Por como me lo contaron, me imagino que debe ser como un dolor de vientre bien bravo y repentino.
Uno de ellos dice que a él eso sólo le pasó una o dos veces cuando mucho, porque la próxima y todas las demás, decidió recurrir a Manuela, antes de aguantarse semejante dolor de huevos.
Por eso, cuando escuchemos que a alguien lo comparan con un dolor de “eggs”, hay que tener claro que lo están tratando feo. Sirve la aclaración también para entender (aunque no justificar) el dejo despectivo con que se refieren ellos a las chicas que calientan y emprenden la huída, pues no sólo los dejan embarcados sino que además, adoloridos.
Y nosotras pensando que era mentira, qué pecado…