Me hace gracia ver cómo algunas mujeres arrugan la cara o se escandalizan cuando otra habla acerca del sexo oral en los varones. Pareciera que sólo la imagen mental se les hace ofensiva y hasta cara de asco ponen. Y me hace gracia porque las mujeres no deberíamos tener ningún problema con el sexo oral, especialmente en esa dirección (de nosotras hacia ellos) sino todo lo contrario: debería de parecernos fascinante y necesario. A mí, por ejemplo, si al respecto me preguntan qué prefiero entre ser víctima o victimaria tengo que responder, sin dudarlo ni un segundo, que la segunda opción.
Me explico: más que gustarnos y aprovecharnos de todo lo que implica desde nuestro lado de la cancha una fellatio bien practicada (llámense, entre otras cosas, sabor, olor y satisfacción al innato voyeurismo), es una cuestión meramente de poder. Saberse una con esa capacidad de proporcionar altísimas dosis de placer a la pareja no sólo es motivo de satisfacción sino que, en muchos casos, aumenta los propios niveles de excitación. Es una delicia poner atención a cualquier sonido que salga de su garganta, cualquier gesto en la cara, incluso el ritmo y la profundidad de sus respiros pueden volverse algo nuevo y asombroso en ese momento. Los hombres, bajo esas condiciones, se vuelven súper expresivos (cosa rara y sumamente curiosa), pero lo mejor de todo es que somos nosotras las que llevamos la batuta en ese concierto.
Una cosa es innegable, al 99,99% de los hombres les gusta que les practiquen el sexo oral. Y habría jurado que al 100% de no ser por un tipo que conocí una vez, quien me dijo que eso no era algo que disfrutara particularmente. Gustos son gustos.
El hecho es que las mujeres tenemos en el cuerpo una herramienta de placer impresionante que está siendo subutilizada de forma lamentable; un instrumento tan o más poderoso que las otras cavidades convencionales, protagonistas en las artes amatorias y esa es la boca. Los besos son deliciosos, ni qué negarlo, (de hecho figuran en el primerísimo lugar de mi Top Five de caricias favoritas) pero hay que saber distribuirlos geográficamente por donde más se disfruten y esa zona masculina entre las rodillas y el ombligo es todo un parque de diversiones.
Eso sí, como todo tipo de arte (es un arte, se los aseguro) la fellatio tiene su ciencia y como ciencia, se le puede aplicar el método científico de observación-prueba-error hasta que los resultados obtenidos sean los mejores. Una vez que se domina la técnica, (se requiere de mucha práctica) lo que se conoce como aparato bucal podría ser descrito como un arma intra-cuerpo de alto poder, capaz de doblegar en gemidos hasta al más machito.
Cabe resaltar que puede ser de mucha ayuda la retroalimentación in situ, o sea a la hora de la verdad. Ese instante en que la práctica y la retroalimentación colapsan es perfecto para acomodar movimientos, tiempos, respiraciones, velocidades y niveles de presión o succión. El no sacar provecho de esos choques es un terrible desperdicio de recursos.
Por eso, cuando alguien dice ‘eso es una mamada’ probablemente sepa muy bien de lo que está hablando porque no es cosa fácil; tiene su técnica y sus truquitos, los cuales se van descubriendo en el camino de la ‘lactancia’ en su fase adulta. Acaso alguna chica pueda argumentar que mejor no lo practica porque la garganta tiene sus límites muy marcados y tan fáciles de traspasar cuando la emoción alcanza sus picos más altos que les podría provocar náuseas pero eso es manejable si se tiene cuidado. Otra cosa es que alguien, con toda la boca llena de razón, me recordó la importancia del aseo personal, asunto en que ni siquiera había reparado puesto que para mí debe ser implícito y primordial; o sea: prioridad uno.
Entonces, para quienes siguen pensando que es indecente o asqueroso (con la moral ni siquiera me meto porque casi todo lo rico que hay en la vida ya ha sido tachado de inmoral), sólo tengo una recomendación sincera: dense un chance, les puedo asegurar que le van a agarrar el gusto. Repito: es un asunto de poder y por lo general, quien tiene el poder siempre quiere más.
Me explico: más que gustarnos y aprovecharnos de todo lo que implica desde nuestro lado de la cancha una fellatio bien practicada (llámense, entre otras cosas, sabor, olor y satisfacción al innato voyeurismo), es una cuestión meramente de poder. Saberse una con esa capacidad de proporcionar altísimas dosis de placer a la pareja no sólo es motivo de satisfacción sino que, en muchos casos, aumenta los propios niveles de excitación. Es una delicia poner atención a cualquier sonido que salga de su garganta, cualquier gesto en la cara, incluso el ritmo y la profundidad de sus respiros pueden volverse algo nuevo y asombroso en ese momento. Los hombres, bajo esas condiciones, se vuelven súper expresivos (cosa rara y sumamente curiosa), pero lo mejor de todo es que somos nosotras las que llevamos la batuta en ese concierto.
Una cosa es innegable, al 99,99% de los hombres les gusta que les practiquen el sexo oral. Y habría jurado que al 100% de no ser por un tipo que conocí una vez, quien me dijo que eso no era algo que disfrutara particularmente. Gustos son gustos.
El hecho es que las mujeres tenemos en el cuerpo una herramienta de placer impresionante que está siendo subutilizada de forma lamentable; un instrumento tan o más poderoso que las otras cavidades convencionales, protagonistas en las artes amatorias y esa es la boca. Los besos son deliciosos, ni qué negarlo, (de hecho figuran en el primerísimo lugar de mi Top Five de caricias favoritas) pero hay que saber distribuirlos geográficamente por donde más se disfruten y esa zona masculina entre las rodillas y el ombligo es todo un parque de diversiones.
Eso sí, como todo tipo de arte (es un arte, se los aseguro) la fellatio tiene su ciencia y como ciencia, se le puede aplicar el método científico de observación-prueba-error hasta que los resultados obtenidos sean los mejores. Una vez que se domina la técnica, (se requiere de mucha práctica) lo que se conoce como aparato bucal podría ser descrito como un arma intra-cuerpo de alto poder, capaz de doblegar en gemidos hasta al más machito.
Cabe resaltar que puede ser de mucha ayuda la retroalimentación in situ, o sea a la hora de la verdad. Ese instante en que la práctica y la retroalimentación colapsan es perfecto para acomodar movimientos, tiempos, respiraciones, velocidades y niveles de presión o succión. El no sacar provecho de esos choques es un terrible desperdicio de recursos.
Por eso, cuando alguien dice ‘eso es una mamada’ probablemente sepa muy bien de lo que está hablando porque no es cosa fácil; tiene su técnica y sus truquitos, los cuales se van descubriendo en el camino de la ‘lactancia’ en su fase adulta. Acaso alguna chica pueda argumentar que mejor no lo practica porque la garganta tiene sus límites muy marcados y tan fáciles de traspasar cuando la emoción alcanza sus picos más altos que les podría provocar náuseas pero eso es manejable si se tiene cuidado. Otra cosa es que alguien, con toda la boca llena de razón, me recordó la importancia del aseo personal, asunto en que ni siquiera había reparado puesto que para mí debe ser implícito y primordial; o sea: prioridad uno.
Entonces, para quienes siguen pensando que es indecente o asqueroso (con la moral ni siquiera me meto porque casi todo lo rico que hay en la vida ya ha sido tachado de inmoral), sólo tengo una recomendación sincera: dense un chance, les puedo asegurar que le van a agarrar el gusto. Repito: es un asunto de poder y por lo general, quien tiene el poder siempre quiere más.
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