miércoles, 9 de abril de 2008

Una tendencia genial (Feb-08)

Una noche de estas, dos hombres conversando acerca de sexo me hicieron quedarme callada al menos por una hora, lo cual es una proeza considerando que dentro de mi limitada lista de virtudes, no se encuentra la del silencio.
Pero en esta ocasión, el tema y los giros inesperados que tomó la conversación me pusieron un tapón en la boca y me convertí en un radar de amplia cobertura.
Estos chicos hablaban de las cosas que para ellos eran de mayor importancia al tener sexo con una mujer y de qué era lo que los excitaba más. Uno le decía al otro que lo que le gustaba más era ver a su mujer disfrutando, escucharla, observar los gestos de la cara y cada leve movimiento porque era como un lenguaje que le decía muchas cosas que lo excitaban demasiado. El otro intervino para hablar del juego previo o preámbulo y de cómo le gustaba extenderlo al máximo, de manera que los niveles de excitación fueran tan altos que la misma penetración, considerada como la cúspide por la mayoría, se convirtiera prácticamente en un accesorio o un acto complementario.
“¿Qué?”, me gritaba yo misma dentro de mi cabeza (recordemos estaba como con bozal para no perderme nada de la conversación), “¿un hombre diciendo que la penetración no es lo más importante y el otro asintiendo? ¡Esto es digno de grabarse!” Que quedara grabado para oírlo y volverlo a oír porque quiero creer que esta es una tendencia que gana fuerza y que hasta los hombres se han llegado a convencer de que el placer en la sexualidad es un derecho sagrado de ambas partes.
Ellos seguían hablando y mis ojos (y mi sonrisa) crecían cada vez más. Yo sonreía porque soñaba con el día en que se pueda afirmar que los tiempos han cambiado y que con ellos la puerta del dormitorio le ha ido dando por las narices al pensamiento machista, con más fuerza cada vez. Pero esto, hoy por hoy, no es más que una gigantesca utopía.
Porque nada más hay que pensar en los cuentos de las mujeres de antaño para quienes en su mayoría el sexo era más un deber conyugal que otra cosa, puesto que al hombre le importaba muy poco o nada satisfacer a su pareja. Lo lamentable es que no sólo hablo de la sociedad del siglo pasado y anteriores, sino también de la actual pues el pensamiento generalizado del varón no se ha enfocado en lo más mínimo a ser recíproco en la cama. En la mayoría de los casos, la reciprocidad se limita a no dejar a la otra sin cobija y a veces ni siquiera eso.
Por eso, mientras ellos ahondaban en otros detalles yo seguía sonriendo en mi pequeña burbuja utópica, dándole gracias al destino por vivir en este tiempo, por ser mujer y por escuchar lo que escuché, de boca de dos hombres que sonaban tan convencidos de sus palabras. Y quiero seguir creyendo que el cambio se está dando, aunque sea a pasitos cortos, para alegría de todas nosotras y, por lo que dicen algunos de ellos, para su satisfacción al mismo tiempo.

No hay comentarios: