miércoles, 9 de abril de 2008

Placer se escribe con G (Agosto-07)

Tienen razón los hombres cuando se quejan por no tener esa capacidad multiorgásmica que tenemos las mujeres. Debe ser frustrante sentirse limitados por su propia fisiología. Aunque estudios científicos revelan que un hombre saludable es capaz de tener hasta sesenta orgasmos en un día, en la realidad cuando van por la tercera o cuarta repetición ya se sienten explotados sexualmente.
Tengo que confesar que a veces me siento egoísta, no sólo por todos los chicos que sí saben cómo satisfacer a sus compañeras y merecerían vivir la experiencia múltiple, sino también por los miles (¿o millones?) de mujeres que nunca han tenido un orgasmo a derecho; ni hablar de varios al mismo tiempo. Se siente como si una tuviera un súper poder secreto.
El asunto de los orgasmos múltiples, desde mi propia experiencia, es una cuestión tan física como la construcción de una obra en gris, digamos por ejemplo, un puente. Si bien es cierto que la mente es una herramienta poderosísima en el arte de hacer amores y sexos, no se puede dejar de lado la parte sensorial, cuyo papel en lo que se conoce como multiorgasmia femenina tiene nombre y apellidos: el Punto G. A este señor hay que ubicarlo, darle un poco de estímulo digital pre-ambulatorio y a partir de ese momento todo transcurre como si un intensificador de las sensaciones sexuales se pusiera en ON. Cualquier movimiento en cualquier dirección que se lleve a cabo en un rango de centímetros adentro o afuera de la zona pélvica provocará una lluvia de pequeños orgasmos en crescendo, seguidos y casi dolorosos (se dice que un caso de placer extremo puede llegar a confundirse con el dolor). Es algo parecido a tomar una luz intermitente y ponerla en brillo directo.
Sin embargo, por más que quisiéramos nosotras que esto sucediera todas las veces, la perfección en la vida real no existe. Incluso para aquellas afortunadas ocasiones en que se logra, se necesitan muchas cosas básicas, como un ambiente relax y la compañía apropiada, pero sobre todo suficiente tiempo y tranquilidad. La exploración y búsqueda del mitificado (que no mítico) Punto G debe darse de forma calmada y minuciosa; metódica si se quiere.
Y es por esa condición azarosa de no saber en qué momento el rostro de Eros volteará sus ojos hacia una simple mortal en búsqueda de placer, que cuando el puente se construye hay que aprovechar y cruzarlo de ida y vuelta cuantas veces se pueda; hasta que la batería se gaste, como la de los celulares o hasta que el botoncito de OFF decida activarse y dejarnos volver a la normalidad; porque ese aparato una vez encendido se administra y se apaga solo.

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