miércoles, 9 de abril de 2008

Razones para decir que no (Marzo-08)

Hace un tiempo les había prometido retomar el tema de la masturbación femenina, en específico el porqué la mayoría de las mujeres niegan con vehemencia que se masturban o no lo hacen del todo. Pues aquí les van algunas razones posibles que pueden aclarar incógnitas de un tema que podría adquirir profundidades insospechadas.
Nos da vergüenza: Imagínense nada más que si nos da pena escuchar a los hombres (que casi no tienen ningún tema de conversación vedado) hablando de “la paja” o el “sobo”, a algunas se nos puede caer la cara de vergüenza setenta veces por el simple hecho de siquiera admitir que también nosotras lo hacemos. Sólo el imaginarnos la cara de sorpresa que pondrán nuestros interlocutores ante un sí, es un poderoso inhibidor a la sinceridad.
Creemos que es impropio: Si dentro de los cánones de la decencia no se concibe a una señorita o señora hablando de sexo, mucho menos de sexo solitario, ¡el cielo nos libre de semejante falta de pudor! Nunca se me va a olvidar una ocasión en que, discutiendo al respecto con unas amigas, yo dije que a mí no me daba vergüenza y una me contestó que talvez a mí no me daba pena por cómo me habían educado, pero que a ella no la habían educado así. O sea, que alguien me responda, ¿quién la educa a una para que se masturbe?, en todo caso le tocará a una misma descubrirlo por su propia sanidad sexual (y mental, en algunos casos).
Le tenemos miedo al infierno: se nos educa desde chiquitas para creer que el sexo es tabú y un grave pecado si no sucede cuando una ya está casada. Y aún así, no se puede hablar de ello pues se corre el riesgo de ir a quemarse por la eternidad en los dominios del temible pero inexistente diablo. Y como yo estoy segura de que no existen ni él ni el infierno, por más que nuestra Sala Constitucional lo haya ratificado en una de sus más célebres resoluciones, ¿qué importa decir que sí?
Nos olvidamos de nosotras: La mujer por lo general es educada (y aquí sí entra en juego la educación) para entregarse por completo a los seres que la rodean; tanto que muchas veces se olvida de sí misma y de que tiene derecho a ciertos pequeños placeres.
Nos gusta dejarlos con las ganas: No crean, nosotras sabemos lo mucho que les gusta fantasear a los hombres con el tema en cuestión y a veces puede que nos pasemos de pícaras al negarles la pequeña y etérea satisfacción de esa imagen que se dispara en sus cabecitas cuando la respuesta es un sí.
No es asunto de nadie más: Cuando lo hacemos, es algo tan íntimo y placentero que no creemos que exista necesidad de que nadie más lo sepa, entonces es más fácil decir que no y guardarnos el secretito.
No nos predican: A veces una mujer necesita de otra mujer que, basándose en su propia experiencia, le hable del tema y le venda la idea de que al conocer su cuerpo como debiera, obtendrá múltiples beneficios en el plano de las relaciones sexuales y el disfrute con su pareja.
Creo firmemente que una mujer debería experimentar su primer orgasmo por sus propias manos, para que nunca le vayan a meter gato por liebre. En este aspecto, la auto-gratificación es una herramienta invaluable que nos permite alcanzar ese conocimiento necesario para gozar plenamente del sexo; que de ahí en adelante, todo es ganancia.

2 comentarios:

Hombre Azul dijo...

Me parece super interesante tu punto de vista sobre todo el hecho de que las mujeres puedan experimentar un orgasmo real con sus propias manos para que no les metan gato por liebre. Eso es algo que pasa mucho, o pasaba mucho en este país.
Eso hace que nosotros los hombre pensemos en como complacer más y dejar de anteponer nuestras necesidades a las de la pareja.

Flo dijo...

Hola Xtraloco! Vieras que, más que anteponer necesidades, yo creo que la clave es equilibrarlas para que todos salgamos ganando.
Y sí, la teoría del primero por mano propia la sostengo ¡y la reafirmo!
Saludos.