
Un espacio para hablar, comentar, contar, criticar acerca de sexo y sus derivados. También para hacer tareas de Periodismo Electrónico, jaja, así que no temáis si aparece algún tema cero sexoso y más periodístico...
viernes, 26 de agosto de 2011
Para hablar y comer pescado

miércoles, 3 de agosto de 2011
Forbes, el "Chapo" y la ética periodística

Nos jodimos pues...

miércoles, 20 de julio de 2011
¿Vírgenes o suicidas?
Costa Rica: un país de contrastes...¡hasta en su desarrollo!

miércoles, 13 de julio de 2011
Les cuento un cuento: El parque de Las Españolas
Costarricenses desconfían del periodismo tico

miércoles, 29 de junio de 2011
Medios y redes sociales: Luz roja para El Occidente

Medios y redes sociales: Luz amarilla para La Provincia

Medios y redes sociales: Luz verde para Richardmolina.cr

miércoles, 22 de junio de 2011
Periodismo digital: el "todo terreno" de la profesión
viernes, 17 de junio de 2011
La excepción de la regla
sábado, 11 de junio de 2011
Porno para ellas, digo, para nosotras...

“Cinco historias para ellas” recorre argumentos sencillos, como una mujer que planea ponerle los cuernos a su marido infiel o una chica que decide echarse al tipo que llega a entregarle la pizza que pidió.
La diferencia entre estas tramas y las que contendrían una película porno convencional son el abordaje y la inclusión del toque femenino al desarrollo de la historia.
Un especial cuidado en el ambiente donde se desarrolla la acción, la apariencia física de los hombres presentes y, un factor calificado como primordial por la mayoría de las mujeres, la abundancia de besos para darle un aporte de realidad y romanticismo al sexo, son las principales variantes que se pueden identificar.
Muchas mujeres afirman que las películas porno tradicionales no les llaman la atención. La razón más común que esgrimen es que son demasiado explícitas y no reflejan la expectativa romántica que generalmente encierra el acto sexual para las mujeres.
Fuente: Revista SoHo
sábado, 4 de junio de 2011
Las redes sociales: ¿instrumento o influencia?

Ese fenómeno global de acelerado crecimiento llamado “redes sociales” figura en los medios como el gran protagonista de las principales manifestaciones sociales ocurridas, recientemente, en distintas partes del planeta.
Para muestra un botón: en Egipto, la Plaza de la Liberación se convirtió en el centro de reuniones de miles de manifestantes, después de que estos se organizaran a través de sus cuentas en las redes sociales, para protestar en ese lugar contra el gobierno.
miércoles, 1 de junio de 2011
Yo no soy adicta a Facebook

El aumento acelerado en el acceso a Internet y sus bondades como medio de comunicación para quienes lo utilizan, han hecho de este recurso una necesidad casi vital, como el aire, el agua y la comida.
Pero más allá de la accesibilidad a esta forma de comunicarse, yo pienso que su encanto radica en la capacidad de interacción que ella encierra. Tal es el caso de las redes sociales.
Mi experiencia de escritura cibernética inició allá por el 2005 cuando, a instancias de una profesora de cuento, abrí mi primer blog (llamado “Florielazos”) en el que posteaba pequeñas obras literarias mías y, por supuesto, apreciaciones muy personales de la vida.
Cuando surgió la moda esta de las redes sociales en Internet, abrí una cuenta en Hi5, que mantuve activa hasta que apareció Facebook y le pateó el trasero fuertemente.
Aparte de ser más atractiva la parte visual y de diseño de la nueva red, el menú era más dinámico y constantemente estaba renovando las opciones de la página; cosa que nunca sucedió en Hi5 o por lo menos no que yo recuerde.
La inmediatez que Facebook me ofrece con mis amigos y conocidos (hay que reconocer que talvez sólo el 10% de mis 700 amigos registrados son merecedores del título oficialmente) es una delicia.
Además, se ha convertido en un instrumento de catarsis donde puedo escribir lo que pienso, canto, siento o quiero (con la mínima autocensura necesaria para no violar las normas del decoro o la decencia…la mayoría del tiempo), cada vez que se me antoja.
Y lo más rico de eso es que esa misma inmediatez se comprueba con frecuencia, cuando esos amigos y conocidos hacen comentarios (a veces despotrican, también) acerca de lo que puse.
El poder es de quienes tienen la información; esa es una frase que llevo conmigo todo el tiempo. Siempre me ha gustado estar bien informada de todo lo que sucede a mi alrededor y Facebook ha sido una fuente inagotable de información desde que nos presentaron y acepté su solicitud de amistad.
La duda que yo tenía es si era o no adicta a Facebook, porque ya varias personas me habían hecho comentarios (probablemente llenos de envidia) acerca de las horas (muchas) que pasaba conectada a la red.
El lunes hice la prueba: no me conecté más que en la mañana (10 min) y en la tarde (otros 10) para revisar si había algo interesante. Durante el día no me sentí deprimida. No sentí que me moría o que se me quitaban las ganas de vivir. No me dio ansiedad ni perdí el apetito.
Lo que sí pasó es que fue un día extremadamente productivo, hice más trabajo del que hago cualquier día normal con Facebook abierto y me sentí bastante satisfecha por haber avanzado tanto.
Lo disfruto mucho, no lo niego. Me divierte y me informa y, bien aplicado a mi trabajo, es una herramienta maravillosa. Pero yo no soy adicta a Facebook, ya lo comprobé, aunque haya quienes digan lo contrario.
jueves, 26 de mayo de 2011
Sin permiso, no toque

Recuerdo a un poeta, figurativamente fallecido hace algunos años ya, a quien le cuestioné en cierta ocasión el porqué sus textos sexuales contenían cierto grado de violencia; eso según mi libre interpretación de los mismos.
Algunos de esos escritos, que para mí eran más narraciones poético-sexuales que otra cosa, parecían contener visos de violación y aunque en realidad yo no creía que así fuera, la pregunta estaba en el aire y un día se la dejé ir.
El poeta se rió (a carcajadas) y me dijo que no. “Todo, siempre, ha sido consensuado”. Bien, la respuesta me satisfizo (y calmó un poco el temor morboso que sentía por el tipo) pero más allá de eso, se me quedó grabada en la memoria.
Y es que, aunque casi todo en esta vida debería ser así, el sexo en particular tiene que suceder SIEMPRE por mutuo acuerdo. En eso no existen medias tintas: o los dos quieren o no hay de piña. Cualquier suceso en condiciones distintas a esas se convierte en abuso.
Pero como de todo hay en la viña del Señor, existen las personas que esto no lo entienden, no lo quieren entender o simplemente se hacen las soviéticas. Claro, también están quienes sufren alguna enfermedad o parafilia, pero esos casos no sé si echarlos en un saco aparte porque no logro decidirme cuánto de enfermedad y cuánto de sinvergüenzada tenga el asunto.
Para cualquier análisis, además, se debe tener claro que sexo no necesariamente debe implicar penetración. Un tipo que, por ejemplo, se saque el “pato-aparato” (como diría una amiga mía) para enseñárselo a alguien (sea hombre o mujer) que no lo quiera ver o que no se lo haya pedido de forma explícita, está cometiendo una violación. Leve o no, es una violación igual.
Voy a lo mismo con aquellas personas a quienes les fascina meter mano cuando no tienen permiso. ¿A quién no le ha pasado que le toquen una teta, una nalga o le metan la mano en la entrepierna cuando ha ido caminando por esos caminos de Dios, ocupándose de sus propios asuntos?
Aparte de la furia que se puede sentir (ganas de agarrar a patadas a esa persona no termina de describirlo) está la humillación de que hayan violentado tu intimidad en plena vía pública. Para nosotras las mujeres, en especial, es algo muy humillante.
De hecho, después de la última vez que me tocaron en la calle, me hice a mí misma la promesa de aprender algún tipo de arte marcial, para acostar en la acera y patearle su pervertido e impertinente trasero a quien se atreviera a intentarlo de nuevo.
No pregunten. No he ido a las clases, pero ando gas pimienta en el bolso siempre, por si acaso.
Por eso me alegra mucho el fallo de un día de estos en el que a un tocón de esos, que probablemente se iba a caminar por las calles de San José a ver a cuánta mujer incauta manoseaba, para sentirse muy machito y poder sublimar su patética vida sexual, le dieron 4 años de prisión por abusador.
¿La moraleja? Si no tiene permiso, no toque. Si cree que su contraparte se pueda enojar, no toque. Si va por la calle y no conoce a la persona, no toque.
Pero si tiene la seguridad de que a la otra persona le va a gustar, está esperando el contacto y tiene todos los permisos legales, sanitarios y municipales, no toque: entre.